sábado, 1 de octubre de 2011

Historieta rolera #1


Bueno, sigo tocado pero no hundido! xD, la inspiración por suerte no me ha abandonado, así que os voy a publicar aquí un relato basado en una partida de rol que estamos jugando actualmente con una ambientación más bien fanstástica en la que veremos las aventuras de un negromante bastante simpático llamado Mungo (que es el personaje que yo llevo en la partida) y el recio caballero matatrolls sin nombre (que lo juega Barbas básicamente). Os pongo hoy el prólogo de esta aventura e iré escribiendo los capítulos a medida que la partida avance:

PRÓLOGO: LA CUEVA


Una tenue luz venida del exterior alumbraba vagamente la estancia cavernosa en la que se encontraba un recio caballero bañado en sangre respoplando con fuerza apoyado en la pared, a su lado se encontraban los restos mutilados de lo que parecía ser una hidra. Al lado del caballero se encontraba una gran alabarda cuyo color era incierto, ya que en su mayoría estaba manchada de la sangre de la criatura, y la gran cabeza de la hidra, cortada y lista para llevar. Al fondo de la caverna, tras los restos de la poderosa criatura y lo que parecía ser su comida de otros días, se encontraba un montón de huesos amarillentos que parecían ser tan antiguos como el tiempo. El recio caballero se limpiaba como podía su armadura mientras evitaba mirar el montón de huesos, no es bueno que un caballero se interese por cosas tan siniestras como aquella.
Encima de esa grotesta montaña se encontraba un báculo hecho de huesos y conectado entre sí con nervios y sustancias que no parecían muy agradables. El báculo estaba coronado por dos manos esqueléticas que sostenían una cabeza humana llena de arrugas, la cual tenía los ojos y la boca cosidos a cal y canto.
El caballero ignoró ese báculo, era evidente que debía tener alguna clase de maldición y su trabajo era aniquilar la hidra, no recoger bastones encantados. Tras recobrar el aliento y recuperar la alabarda y la cabeza de la hidra, se dispuso a darse la vuelta pero una voz que provenía de unos metros detrás suya impidió que se fuera de la estancia.

-Buen trabajo con el monstruo chicu.

El caballero, sorprendido, se dio la vuelta con aspecto amenazador, dispuesto a aniquilar cualquiera que osara pisarle su presa, y se encontró con un hombre alto, de unos dos metros, musculoso, de piel negra vestido con una túnica también negra. Tatuajes tribales recorrían sus brazos y una máscara ocultaba su rostro. La máscara, aparentemente de madera y marfil, tenía una expresión de locura y había dibujadas formas de esqueletos danzando alrededor de otras figuras más pequeñas y aparentemente asustadas, como si supieran que su fin está próximo.
El prominente negro avanzó hacia el matatrolls sin prestar atención a la hidra muerta en el suelo.

-Vengo a por el báculo, no tengo intención de quitarte tu presa así que quita ese rostro de mal humor que m'stás estresando. -sugirió con voz afable el gran nigromante. -Me voy a llevar ese báculo, los poderosos chamanes de mi tribu me enviaron a través del mar y las estrellas para recoger este báculo y usar su poder para dirigir mis pasos, por lo visto tengo que hacer una gesta importante ya tu sabe.

El matatrolls se relajó parcialmente y bajó su pose amenazadora. Tras ver como se dirigía el enorme negro hacia el báculo se dispuso a interrogarle.

-¿Se puede saber qué rayos eres y quién eres?

-Me llamo Mungo y soy un nigromante, vengo de Caribú, que como te dije está mu lejos de aquí. No tendré ningún poblema de seguir hablando contigo pero ahora disculpame un momento.

Mungo se agarró con fuerza el báculo y lo sacó de su pedestal. Al arrancar el poderoso artefacto se produjo una fuerte explosión que envió al matatrolls contra la pared de una forma bastante violenta. Luces verdes y azules surgieron del deshecho montón y se canalizaron en mungo. La cabeza del báculo se comenzó a mover al sentir a su nuevo portador. Mungo sacó un cuchillo de hueso de su túnica y se dispuso a cortarle las coseduras.

-Tengo... sed. Tras oír lo que dijo la calavera, el caballero dio un respingo, pues era un día bastante extraño para él, lo que empieza siendo una caza de una hidra acaba siendo un festival macabro de un negro enorme y un báculo parlante. Mungo aceptó con celeridad la norma y se cortó la mano, dejando caer su sangre sobre la cabeza humana, que creció un poco y se libró de sus arrugas.
Tras beber la sangre, la cabeza cerró sus ojos, sus labios y se sumió en un letargo.

Mungo se dirigió al caballero y cortesmente comenzó a hacerle preguntas.

-Pue que esto le haya paresido temible, pero es el día a día de un nigromante mire usté. -comenzó a decir el poderoso nigromante. -Yo a usté le dije quién era, pero usté no me dijo quien es ni de donde viene.

-Soy un matabestias, el Matatrolls me llaman algunos, no tengo ni patria ni bandera. No tengo un hogar fijo, solo camino por los pueblos y les ayudo con los monstruos que les acosan. El dinero no me interesa, solo me gusta ayudar a la gente.

-Usté es un hombre de bien. Mungo también es un nigromante honrao aunque haya mu mala prensa sobre los nigromantes sabe usté. ¿Le gustaría que le acompañara en sus gestas honrás? Mi abuela me dijo en su día que ayudara a la gente en apuros.

-Eh, sí claro, por qué no, ven conmigo si quieres.

Los dos hombres se diero un apretón de manos y se dispusieron a salir de la cueva. Mungo salió apoyándose en su nuevo báculo y quitándose la máscara ritual mientras el Matatrolls llevaba la cabeza de la hidra bajo un brazo y con el otro llevaba su alabarda.

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