domingo, 29 de mayo de 2011

Archivos de la Biblioteca Helada #2





"Ya era hora de encontrar un hueco libre, a ver si continúo leyendo como instruyen a los jóvenes en este planeta..."
El tecnosacerdote abrió el libro donde lo había dejado y continúo leyendo...

Había pasado un día desde la primera cruel prueba. Habían sobrevivido tan apenas 5000 reclutas de las inmensas filas en las que antes se agrupaban. Estos 5000 reclutas ya podrían perfectamente empuñar un rifle y saltar al campo de batalla en busca de la Muerte, pero ese no tenía que ser el destino de estos jóvenes, el Emperador tenía algo pensado para estos jóvenes y serán entrenados concienzudamente para llegar a ser lo que él quiera.
La sección 101, compuesta por 20 reclutas, había sido elegida para ser dirigida exclusivamente por el sargento Fredo, ya que en esta sección se encuentran los soldados que más destacados en la carnicería de la primera prueba, los que fueron los primeros en atacar a su adversario y darle muerte de la forma más cruenta o eficaz.

La barraca en la que se hacinaban era muy sobria, compuesta por 20 camas con un colchón que era mullido por la cantidad de pulgas que vivían en él, una lámpara en el techo y un baúl verde carcomido a los pies de cada cama. Los jóvenes reclutas, que no pasarían los dieciséis años de edad cada uno, estaban colocados al lado de su cama con la vista en el frente, vestidos con un uniforme de color caqui bastante antiguo pero sorprendentemente limpio.
Entró entonces por la puerta el sargento Fredo, caminando con paso firme sin mirar a los lados y comenzó a gritar como era habitual. -¡Hola gusanos! ¡Habéis sido los reclutas más jodidamente sanguinarios de todo el batallón y por eso estáis aquí! No todos vais a salir de aquí, sólo saldrán los mejores, pero hacedme caso, si salís de aquí no os darán un rifle y os iréis a tomar por culo a morir como chinches, no, aquí estáis para ser entrenados y ser la escolta de un Inquisidor o si lo os lo curráis podéis llegar a ser un Marine Espacial del capítulo Hunter.

El impetuoso sargento caminaba entre los reclutas, los cuales parecían muñecos de cera y rezaban por dentro para que el sargento no les dijera nada. Entonces el sargento volvió a tomar la palabra -Para mí ahora mismo no sois nada, no valéis una mierda y como mierda no tenéis nombre, me importa tres cojones que vuestras respectivas madres os hayan puesto nombres preciosos, ahora sois números. Vuestros baúles tienen un número, ése será vuestro número. Si oigo por algún casual que os dirigís a algún compañero por su nombre, seréis ejecutados en el momento por mi precioso bólter. Hacedme caso, es más fácil olvidar a un tipo que ha muerto de una forma espantosa si no sabéis su nombre.

-¡Muy bien pedazos de mierda iros a dormir y mañana nos veremos para vuestro primer día de trabajo! ¡Os restarán 30 más, el entrenamiento es corto pero jodido y os jugaréis la vida cada día así que dormid bien!
El sargento apagó la luz y salió de la estancia con paso firme.

"Oh mierda viene el jefe hora de irse"

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