martes, 11 de octubre de 2011

La pelea de bar (I)



La antigua hacha sierra ronroneaba en las manos del general mientras impaciente esperaba la llamada que confirmase la partida a la batalla. El antiguo general, curtido en más de mil batallas aguardaba impaciente en un antiguo Rhino en compañía de nueve de los mejores Bersérkers del Caos que había encontrado en los alrededores de un planeta que vio su auge milenios atrás y ahora no era más que polvo y ruinas.
El habitáculo en el que se apretaban los sanguinarios guerreros no era más que un habitáculo de forma rectangular con tan apenas decoraciones. Ese viejo vehículo había visto muchas peleas y cambiado de dueños tanto como una moneda, y esta batalla no iba a ser la última en su historial.
El piloto, paciente como una mula, dormitaba tranquilamente sin prestar atención a los sanguinarios guerreros que tenía detrás cuando sonó la radio de su cabina.
Lentamente se incorporó y contestó con una parsimonia digna de un ermitaño, parecía mentira que veía la horda de Mil Hijos que se estaban juntado delante suya.
Tras terminar de intercambiar un par de frases, el piloto abrió la puerta trasera y asomó la cabeza como una tortuga. -Kharn, el enemigo ya está aquí y los chicos están en posición, ¿doy la orden de empezar la batalla?
Kharn, al oír que por fin estaba todo listo, apretó el mango de su Destripadora dando un buen susto al Bersérker que estaba a su lado ya que Destripadora le había hecho una buena mella en su servoarmadura. -¡POR KHORNE QUE SÍ! VAMOS A DARLE A ESOS MONTONES DE POLVO LO QUE LES CORRESPONDE ¡ES UNA LÁSTIMA QUE NO SANGREN PERO BUENO, ES LO QUE HAY! ¡AL ATAQUE SANGRE PARA EL DIOS DE LA SANGRE!

El veterano piloto se dio la vuelta como si únicamente le hubiera dicho un simple sí y arrancó los motores que sonaron como si se hubiera puesto en marcha el infierno.
      -!Yipi ka-yei hijo de puta! -gritó el conductor antes de que el Rhino arrancara de una forma brutal y se pusiera a plena potencia hacia el enemigo.
El Rhino avanzaba a total velocidad seguido de cerca de una máquina espantosa cubierta de pinchos, sangre y vísceras diversas que no paraba de disparar con su terrible cañón que parecía la boca de un demonio. Dentro del Rhino los Bersérkers esperaban ansiosos la llegada del combate comprobando sus pistolas, su munición y sobre todo sus preciosas armas-sierra. Todos los Bersérkers estaban enfrascados en el estudio de sus armas menos uno de ellos, un singular paladín de cráneos que en lugar de admirar su poderosa hacha se limitaba a anotar diversas cosas en una especie de libro de cuero. Kharn, al ver semejante acto de lo que el consideraba una cobardía, ya que creía que estaba escribiendo una especie de testamento, le ordenó inmediatamente subir a la torreta del Rhino a pegar tiros, supuestamente para comprobar si era de verdad un servidor del Caos y no un estúpido lector Eldar.
El paladín de cráneos subió a la torreta y comenzó a pegar tiros como si estuviera poseído. Desde el fondo del casco sonaba una risa enferma que se deleitaba con cada tiro que acertara al enemigo, ya le haya herido o no.

El Rhino recorría el campo de batalla cuando de repente todo se volvió blanco y sordo.

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